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Del diseño gráfico y traumas peores

La ocasión anterior que me invitaron a escribir en este blog escribí mucho acerca de cómo viví en carne propia mi transformación de diseñador a empresario, y de empresario a freelance, y de lo maravillado que me tiene el asunto del coworking. Y en algunos puntos mencioné a la profesión como una carrera llena de traumas y con una notoria falta de autoestima. Así que aprovechando que me volvieron a invitar voy a tratar de dar mi punto de vista al respecto.

ADVERTENCIA GENERAL: Los colegas que se sientan aludidos, y por lo tanto ofendidos, pueden seguir adelante con su vida de rockstars acumulando premios, publicaciones y reconocimientos sin ponerme atención alguna. Incluso me pueden borrar del facebook o darme unfollow en twitter. Que al cabo lo que tengo de llevado no lo tengo de sentido.

Trauma número uno. ¿Oficio o profesión?

Dice la tradición que el oficio más antiguo del mundo es la prostitución. Yo digo que es la cacería, luego la agricultura, y después el diseño (no me voy a clavar en confirmarlo, por eso la maravilla de escribir “yo digo”). En el momento en el que el hombre comenzó a pintar en las cavernas para dar registro de sus hazañas en la cacería y utilizar esas pinturas para llevar un mensaje al resto de la tribu (o para enseñar a los pequeños lo que hacían) eso es más diseño gráfico que arte. Lo que pintaban lo pintaron con una necesidad específica de comunicación, y no por una necesidad expresionista individual provocada por sus traumas de la infancia. Por eso lo considero más diseño, y menos arte.

De ahí deriva la importancia del diseño gráfico en nuestras vidas. La mayoría de la gente piensa que lo que nos separa del resto del mundo animal es nuestra capacidad de pensar, de razonar. Hay pruebas que demuestran que tanto los delfines como las ballenas tienen esta capacidad. Hay chimpancés y simios que incluso aprenden a comunicarse y a hacer operaciones matemáticas simples. Lo único que todavía no se ha encontrado en el reino animal es la capacidad de darle un valor y un significado a una imagen. Me refiero a la interpretación universal de los símbolos (un corazón significa amor, una cruz simétrica significa hospital, etc.). Esta capacidad de darle un significado a un gráfico es exclusiva de los seres humanos. De ahí se deriva la escritura, los números, la literatura, entre otras cosas básicas para nuestra sociedad. Cualquiera diría que alguien que se dedica a esto debería de ser un personaje muy importante para la sociedad, ¿no creen?

Pero no. Resulta que ser diseñador gráfico es una de las profesiones peores pagadas en este país (y en muchas partes del mundo). Pero… ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? Permítanme presentar una teoría: Yo opino que una gran responsabilidad de que ser diseñador gráfico sea en estos días tan difícil tiene que ver con su antigüedad. Con ser un oficio mucho antes de ser una profesión. Y a los oficios no se les consideran actividades profesionales. Por más que la revolución industrial, el avance tecnológico y el capitalismo hayan creado la necesidad de tener un profesional de la comunicación gráfica, a la fecha ( y muchas veces de manera inconciente) una muy buena parte del mundo de la publicidad y la comunicación ve a un diseñador gráfico como un muy buen artesano. No es el que es capaz de pensar, estructurar y diseñar un mensaje de una manera gráfica, es el que maneja bien y rápido un Photoshop o un Ilustrador (no digo Corel porque peor aún). Y si tiene de menos algo de conocimiento ortográfico, pues mejor. Si no, existe Google para ver como se escriben las cosas (el que guste tomar esto último como consejo, hágalo de inmediato).

Trauma número dos: el todólogo que hace todo mal (también llamado infernal multitasking)

Ahora bien, supongamos que estás totalmente convencido de que tienes superado el primer trauma, y te consideras todo un profesionista de la comunicación gráfica. Te crees capaz de poder diseñar lo que te avienten: un logotipo, un anuncio, un cartel, un brochure, un sitio web, un anuncio luminoso, incluso hasta muebles y diseño de interiores (si es que tuviste la fortuna de asistir a una de esas universidades que dan diseño “integral”). Muy bien. Y de todos modos, cuando presentas un proyecto, llevas tres opciones…

Me voy a permitir una pausa: si alguien conoce o sabe quien fue el diseñador al que se le ocurrió la genial idea de las tres propuestas, por favor díganos quien fue. Es urgente sacar los restos de su tumba y quemarlos en público. Si es que está muerto. Si está vivo, hagamos lo mismo sin sacarlo de su tumba.

Volvamos al tema: en mi opinión, dar tres opciones o más de una pieza de diseño gráfico, sea la que sea, me parece no solo poco profesional, sino también una manera de demostrar en cierta medida que no sabes lo que haces, y que necesitas la aprobación del cliente para validarte. Algunos dirán que es para demostrar que hay varios caminos para llevar el mensaje al usuario final, a mi me parece señal de que te falta autoestima y no sabes decirle a un cliente que es lo que conviene hacer.

No quiero decir con esto que yo sea una eminencia y que todo lo que diseño queda a la primera, al revés, es raro el caso de que lo que presento se queda tal cual como lo llevo. Pero si les puedo asegurar que desde hace muchos años presento una sola propuesta. Y de ahí me llevo comentarios que pueden ser lo suficientemente valiosos como para hacerle modificaciones a la pieza, pero siempre llevo una sola. Pero eso si, la que llevo es porque estoy convencido de que es lo que va a funcionar. Y es el convencimiento que me dan dos cosas: la experiencia, y el especializarme en lo que hago. Y es aquí donde les puedo hacer una confesión que algunos de ustedes ya me han escuchado afirmar ya sea tomando unos tragos o dando conferencia:

Hola, mi nombre es Rogelio López, soy diseñador gráfico y me caga hacer logotipos.

Lo siento. Tal cual. Me gustan mucho los logotipos y admiro mucho los que están bien resueltos, pero hay algo en el proceso de hacerlos que a mi no me llena. Y no solo no me llena, me resulta enfadoso y hasta estresante a ratos. Por eso cuando me piden uno, prefiero mandarlos a hacer con amigos que los disfrutan (lo cual es casi garantía de que va a quedar muy bien).

Y es ahí en donde creo que reside un problema muy fuerte en “la profesionalización de nuestra profesión”: la falta de especialidad. Creo que el diseño gráfico es demasiado grande y amplio como para que un diseñador pueda hacer todo bien, o en todo caso, con el mismo amor. Desde hacer diseño publicitario, identidad corporativa, diseño editorial, hasta las relativamente nuevas ramas de la animación, los motion graphics y el diseño de interfases (antes conocido como diseño web).

No estoy diciendo que no existan diseñadores que sean exageradamente buenos haciendo de todo. Pero creo que son muy pocos, y que aun así alguna de las áreas no les queda tan bien como las otras.

Es cosa de verlo como en otras profesiones: puedes ser abogado, pero para serlo tienes que dedicarte a una rama o categoría específica (derecho penal, fiscal, etcétera).

Trauma número tres: La fama. Bendita fama.

El tercer trauma que quiero abordar tiene que ver con el placebo del rockstar del diseño. Al no poder validar nuestra profesión y ver como el mercado laboral es reducido y mal pagado, decidimos de una manera muy ridícula llevar el gusto y la emoción por las piezas bien hechas a un nivel que realmente es patético a veces: el rockstar del diseño. Creamos ídolos de barro y les rendimos pleitesía y eterna adoración a todos los diseñadores que no solo viven del diseño (que bueno, acepto que si es algo muy aplaudible dadas las circunstancias), sino que aparte sobresalen porque hacen piezas para marcas grandes o tienen premios. Antes de que me acusen de envidioso, yo también he trabajado para marcas internacionales, tengo algunos premios y publicaciones, y vaya que me emocioné cuando las obtuve, pero de eso a que me pidan autógrafos en las conferencias y me quiera sentir Brandon Flowers o Tarantino es otra cosa.

Hagan un ejercicio: agarren el nombre de su diseñador favorito, o apréndanse uno en todo caso, y salgan a la calle a preguntarle a la gente por el. Si tienen suerte 1 de cada 100 personas va a saber quien es.

O traten de verlo desde esta perspectiva: al mejor contador público de México no le dan lugar en un restaurante lleno sin reservación solo por ser el mejor contador público de México.

Trauma número cuatro: El error geográfico.

Yo se que ninguno de ustedes tiene la culpa de haber nacido en México, y el pertenecer al tercer mundo tampoco, pero ni modo. En mi blog anterior señalé que “La industria creativa en los países tercermundistas es una labor de amor, o una decisión muy idiota.” y lo sigo reafirmando. Y no creo tener necesidad de explicarles que dedicarse al diseño gráfico en una economía emergente con tendencia a crisis recurrentes es muy difícil. Y sobre todo en un país tan maquilador como el nuestro. Y salirse a trabajar en esto a otro país no solo requiere de talento, si no de trámites, suerte y algo de inversión.

Pero bueno, no todo es tan malo: el vivir en una economía abierta ha obligado a que las empresas cada vez se convenzan más de que el diseño es una necesidad y no un lujo, sobre todo al verse en la necesidad de competir con las empresas y productos de fuera, o bien para salir a competir afuera en buenos términos.

El diagnóstico: reservado.

Bueno, en realidad no tanto. El diseño gráfico en este país sufre de baja autoestima, trastorno maniaco depresivo, trastorno bipolar y en ocasiones principios de esquizofrenia. Pero bueno, el hecho de aceptarlo es un buen comienzo, y un paso fundamental para iniciar una terapia que nos lleve a un estado un poco más sano, y en todo caso, mas productivo y reconocido. Voy a cerrar con algunas tratamientos para cada uno de los traumas señalados:

Los dos primero traumas llevan el mismo tratamiento: Volverse más profesional. Detectar que es lo que hacemos mejor, más eficientemente y más rápido, y aprender a dejar ir lo que no nos gusta hacer (y mandárselo a hacer a quien lo haga bien, y llevarse su comisión, obvio).

El tercero se cura con un poco de humildad, y un baño de realidad. Es bueno recibir premios y reconocimientos, es malo trabajar todo el tiempo para ello. Si eres bueno en lo que haces el reconocimiento llega solo, y sueles tener la capacidad de aprovechar su único beneficio: generar más y mejores proyectos para ti ( y mejorar tu economía).

El cuarto trauma tiene una única ventaja: lo cerca que vivimos de los Estados Unidos. Si te clavas un poco en el tema de trabajar a distancia y el coworking, es posible generar muy buenos proyectos para clientes internacionales en muy poco tiempo. Sobre todo pensando que los costos de vida en México son menores, y por lo mismo tienes la ventaja de poder cobrar lo mismo o un poco menos que allá y de todos modos ganar mejor. Y en el largo plazo, el lograr transformar este país maquilando menos y diseñando más.

Rogelio López Álvarez | Diseñador Gráfico

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