top of page

Por estas razones fracasan los emprendedores mexicanos

«Emprender» ocupa el lugar de una apuesta que pocas veces se planea como es debido y el de una oportunidad más para poner a prueba nuestras destrezas o debilidades.

Salir de la universidad con un título bajo el brazo –aunque esto no sea una determinante inamovible para avanzar en el trabajo– suele acompañarse por una sed de innovar y cambiar tanto el futuro particular como el de los demás, no sin antes mencionar que también por un cúmulo de ideas grandiosas que suelen caer en la derrota. Así de drástico, pero así de real en múltiples ocasiones.

En el campo de las humanidades y las artes estos deseos por forjar un destino suelen formularse como proyectos editoriales o de actividad cultural que escasamente sobresalen; en todos los demás ámbitos la impaciencia se perfila hacia despachos, consultorios, tiendas o estudios privados que luchan a diario por su supervivencia. También existe la alternativa de arrancar sin ninguna preparación escolar previa, pero eso dificulta un poco más las cosas. En cualquier caso, las trabas de la imposibilidad se imponen y su solución se complica en la urgencia por ser nuestros propios jefes.

Emprender, acción cuyo concepto se ha convertido en un ardid de nuestra generación, ocupa el lugar de una apuesta que pocas veces se planea como es debido y el de una oportunidad más para poner a prueba nuestras destrezas o debilidades. Arrancar un propósito de negocio o empresa se ha hecho una tendencia entre muchas personas, pero también una muestra de anemias académicas o políticas.

Según resultados del Instituto del Fracaso –sí, eso existe e investiga nuestro comportamiento laboral– y múltiples críticas publicadas por Forbes o Entrepreneur, los negocios novatos en México y el resto de América Latina fallamos a la mitad, o incluso gestación, de nuestras firmas corporativas. ¿A qué se debe esto?

Principalmente, a estas 8 razones:

1. No solemos planear de manera escrita un negocio pensando que no vale la pena; nuestro espíritu millennial desprecia la disciplina de sentarnos a escribir y entender lo que deseamos.

2. Comenzar sin ningún ingreso. Aún en proyectos sin fines de lucro, es importante pensar en el dinero y planear la persistencia del volumen e impacto de lo que hacemos.

3. Creemos que nuestro producto o servicio es la revelación –y quizás lo sea–, pero no consideramos si en verdad es necesario o será bien recibido.

4. Pocas veces entendemos que aún cuando una idea sea buena, por sí sola no vale nada. Todo se trata de ejecución.

5. Perdemos de vista a la competencia. Si una sola búsqueda en Google arroja más de 10 competidores, es tiempo de innovar, no sólo de pensar que lo haremos diferente y mejor.

6. En escasas ocasiones registramos propiedad intelectual (patentes, marcas y derechos de autor). Esto ayuda a conseguir inversionistas y alejarse de los contrabandistas de ideas, pero lo pensamos como un detalle menor.

7. Subestimamos los recursos en una filosofía romántica de que el dinero no importa y que los contactos sólo se dan en las altas esferas de poder, ocasionando que el marketing de nuestro producto se debilite y que las estrategias pierdan el piso.

8. Por último, darse por vencido muy rápido o al no ver ganancias inmediatas es un paso a la catástrofe. No importa el número de fallas y errores; sin embargo, “tiramos la toalla” cuando sentimos el primer golpe.

Decir esto es fácil y leerlo siempre deja una sensación de incredulidad o enojo. Sobre todo porque, evidentemente, siempre se analizan las causas del éxito en los negocios y personas, todo aquello que contribuye a que una empresa alcance sus metas y logre más allá de éstas; deviniendo culturalmente en la idea de que el fracaso no es algo bien visto.

Fallar avergüenza y debe ocultarse a todos sin importar las circunstancias. Pasando por alto que en realidad un chasco de esta naturaleza debe tomarse como una coyuntura más para notar que debemos prestar atención (y tomar acciones) en:

1. Nuestras métricas e indicadores

2. El análisis que debemos ejecutar a partir de éstos

3. Los malos manejos de tiempo

4. Falta de pasión en lo que hacemos

5. Las fallas en punto de venta, manejo de marketing y diseño

6. Poca atención en los factores externos (crisis económica, aparición de nuevas tendencias, reformas legislativas, etcétera).

7. Y, más que nada, en los programas o instituciones de apoyo para emprendedores

En México contamos con varias firmas, grupos de inversión, dependencias públicas y programas sin fines de lucro que brindan acompañamiento y soporte a todo aquel que desee inaugurar un camino en el campo laboral. Si bien es cierto que sus convocatorias parecen inexistentes o poco claras, es justamente porque también pecan de una pobre difusión o un parco interés por el público en general. No obstante, la información está allí y las puertas deben ser tocadas.

Insistir hasta el cansancio y renovar cuantas veces sea necesario lo que pensamos como una alternativa empresarial. Luchar por lo que se sueña, mantener los hilos bien tensos e investigar todas las herramientas a nuestro alcance para tomarlas.

Por Eduardo Limón.

5 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page