En mercadotecnia existe un concepto muy importante para evaluar los beneficios estratégicos de una marca, sobre todo si esa marca se quiere diferenciar en el mercado. El concepto se llama «Precio de Entrada». Este término se refiere a los beneficios mínimos que debe tener un producto para poder participar en su categoría. Usemos un ejemplo. El precio de entrada – o beneficios mínimos – que debe ofrecer un jabón para entrar a competir a la categoría de jabones es que limpie y que huela bien. Estos beneficios son el precio de entrada porque sin estos beneficios no habría manera de competir en el mercado. Imagínate comprar un jabón que no limpie o que huela mal ¿Lo volverías a comprar? Apostaría lo que fuera a que ese jabón no sería exitoso.
Ahora, el precio de entrada tiene una característica transitoria que es importante mencionar. Y esto es que es relativa al contexto del mercado y cambia a través del tiempo. Si volvemos al caso del jabón, el precio de entrada no siempre ha sido el mismo. En algún momento, cuando recién se inventó, el jabón no tenía un aroma agradable. Su única función era limpiar. El primer jabón que tuvo un perfume entonces creo una ventaja competitiva. Sin embargo, a medida que todos los jabones empezaron a tener perfume, el aroma se convirtió en un benefició mínimo. Es decir, parte del nuevo precio de entrada.
¿Por qué les estoy contando esto? Porque lo mismo sucede con nosotros como freelancers, profesionistas independientes, dueños de negocio, emprendedores o empleados. El mercado ha ido evolucionando y para competir en él, tenemos que evolucionar. El precio de entrada para competir en el mercado laboral se ha elevado y si no nos mantenemos al día, pronto seremos obsoletos. El día de ayer hablábamos en el programa de Huevos Radio (#Huevosradio) con Rogelio López (@Alexdinamo) y nos contaba que él es de la generación de diseñadores que le tocó la transición de lo análogo – artesanal, como el lo llama – a lo digital. Rogelio es exitoso hoy día porque supo hacer esa transición. Aprender lo nuevo y adaptarse a un mercado que estaba evolucionando. Hoy en día es casi imposible encontrar empresas que contraten a alguien que no sepa usar la paquetería básica de office, e-mail, redes sociales, etc. Hace 10 años este no era el caso.
La tecnología trajo muchos cambios que han elevado el precio de entrada para todos nosotros como profesionistas. Es evidente en el ejemplo de los diseñadores. Pero además de los cambios en la tecnología, la globalización trajo otros no tan evidentes que continúan elevando los precios de entrada al mercado laboral. Un año después de haber regresado de Nueva York a Guadalajara, sigo sorprendido por la diferencia abismal que hay entre el precio de entrada de un profesionista en Estados Unidos y el de uno en México. No hay comparación en términos de profesionalismo, preparación, conocimientos y dedicación. Y si bien, Nueva York es un mercado más competitivo, hacia allá tenemos que dirigirnos en México. La globalización rompió fronteras y ahora hacemos negocios con países de todo el mundo. Eso eleva de inmediato el estándar. Sin deberlo ni temerlo, ahora nuestro trabajo se compara contra un estándar de calidad mundial.
Para comenzar a cerrar la brecha contra Estados Unidos y el resto del mundo me parece apropiado dar tres recomendaciones.
1) Aprender inglés. Perdón, pero no me refiero a un inglés masticado que te sirve para ir de vacaciones y ordenar una pizza en un restaurante. Me refiero a un inglés donde puedas tener una conversación fluida, principalmente de negocios. Si ya sabes inglés, pero te cuesta trabajo la conversación, hay muchos grupos o clases para mejorar conversación.
2) Mejorar tú etiqueta profesional. Todo lo que haces comunica algo de ti. Para bien y para mal. La manera en que vistes a una reunión, si eres puntual, si cumples con tus compromisos, mandas las cosas a tiempo, escribes correos claros, etc. Haz un inventario de las cosas que son importantes en tu industria, ponte una calificación del 1 al 10 en cada una de las áreas y haz un plan para mejorar todas aquellas en donde tengas oportunidades.
3) Aprende a venderte. Esta es quizá la más difícil de todas. Involucra un alto grado de confianza y seguridad en ti mismo pero que fácilmente puede convertirse en arrogancia. Hay que caminar esa línea delgada todo el tiempo. Si de vez en cuando la cruzas hacia el lado de la arrogancia no es tan grave, siempre y cuando tengas la humildad de reconocer tus errores y remediarlos en la medida de lo posible. Lo que puede ser fatal es lo contrario. Que por miedo, inseguridad o tabúes culturales nunca te vendas. Que pases desapercibido todo el tiempo. De lo primero hay forma de recuperarse, de lo último no.
Los cambios a los que nos estamos enfrentando son cada vez mayores y más frecuentes. El efecto es exponencial. En mi opinión, el que no se suba pronto al tren se va a quedar atrás, muy atrás. Se va a quedar en la estación sobrepoblada de profesionistas mediocres, trabajos genéricos y salarios bajos. Ahí, donde todos se quejan de estar, pero ninguno hace nada por salir.
Patricio Ramal | NEVERMIND