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Creatividad para llevar

Mientras pensaba sobre qué hablaría en mi artículo de hoy me topé con distractores, procrastinación y mi fiel amigo “síndrome de la hoja en blanco”, por lo que decidí ponerme creativa y hablar de la creatividad y de la ausencia de esta.

Tener una mente creativa es algo que todos deseamos, aunque este rasgo suele ser aún más valorado por profesionales de industrias creativas (mal haríamos si no), diseñadores, artistas y emprendedores, ya que, cuando se poseen altas dosis de creatividad, resulta mucho más sencillo encontrar una idea de negocio y poner en marcha una empresa original y diferente. Sin embargo, se necesita también de la creatividad para resolver un problema, para tener los mejores pasos en la pista de baile o hacerse peinados exóticos en la regadera mientras nuestro cabello está bajo los efectos de la espuma del champú. Se necesita creatividad para negociar un contrato para una nueva casa o calmar a un niño que llora.

Y aunque es cierto que existen personas mucho más creativas que otras, no olvidemos que la creatividad puede cultivarse.

La creatividad por si sola tiene cierto tinte etéreo, es una cualidad efímera que desaparece si no hacemos algo con ella, ya sea con la creatividad en sí o con una idea cualquiera. Es una musa que viene y va cuando le place pero que si nosotros queremos, puede ser la musa que se sienta a trabajar en horario de oficina.

¿Cómo?

Para mí la creatividad comienza con la curiosidad y por ende, practicar la curiosidad despierta en nosotros un “instinto” creativo, por el simple hecho de querer saber qué más hay, qué sigue. Otro punto a considerar es que la creatividad no tiene límites, esto es, que aún cuando “se nos agoten todas las ideas” siempre habrá una infinidad de posibilidades que podrán convertirse en ellas; algo así como tener bolitas de plastilina ilimitadas a las que solo hace falta moldear.

Ser creativo no significa ser experto; en ocasiones llegué a pensar que ser creativo estaba relacionado con ser hábil en algo, pondré como ejemplo el diseño y la habilidad para dibujar; después de varios buenos dibujos de pésimas ideas y viceversa me atreví a definir la creatividad como un proceso de resolución de problemas y me resultó más divertido probar nuevas técnicas y asumir riesgos. Invariablemente, esto me dio la posibilidad de cometer más errores, pero también significó (y sigue significando) un aprendizaje constante. La “habilidad” entonces, se convirtió para mí en el resultado de la práctica constante de la creatividad en lugar de ser un requisito para esta.

Al igual que en la vida, los errores o accidentes ocurridos durante el proceso, pueden dar lugar a la frustración y el dolor, pero la mayor parte del tiempo también proporcionan una oportunidad para arreglar  y aprender de algo que puede hacer que el producto final, si no mejor, por lo menos sea más rico y humano.

Después de reflexionar sobre lo que es la creatividad y cómo podría adquirirla, no se me ocurrió que este artículo fuera más bien un cuento en el que un extraterrestre retrofuturista viaja desde otra galaxia para entregar a la humanidad todos los calcetines extraviados en la inmensidad de las lavadoras, que en realidad son contenedores de agujeros negros y que (en un inesperado final feliz), estos se reencuentren con sus respectivos pares. Pero pudo haber ocurrido.

La creatividad está en todas partes, yo por lo pronto comenzaré a buscarla en los espacios en blanco de este texto.

Diana Cuevas | NEVERMIND

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