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Propósitos ¿Y para qué?

Llegó el 2015 y con los primeros días del mes llega la tormenta de propósitos, objetivos, metas, aprendizajes y reflexiones. Entre el Guadalupe-Reyes, las posadas, las vacaciones, las compras, los tamales, los buñuelos, el ponche, los regalos, el pavo, los romeros, el bacalao, la rosca de reyes, los amigos, la familia y el alcohol, algunos buscan, muchas veces sin encontrar, unos momentos de reflexión para hacer cuentas del año que paso y empezar con los propósitos del año que viene. Los más ordenados hacen una lista en excel, word o evernote la cual pueden revisar y confirmar que propósitos cumplieron y cuáles no. Los no tan ordenados los habrán anotado en una servilleta o en una hoja de papel, la cual es muy probable que se pierda al día siguiente o se quede guardada en un cajón todo el año. Y los más desordenados, tendrán la lista en la mente en donde los propósitos rápidamente se desvanecen y para hoy, 20 de Enero, es muy probable que ya hayan dejado el gimnasio, estén comiendo tortas ahogadas y volvieron a viejos hábitos.

El tema del orden parece importante porque la creencia popular es que para lograr tus objetivos hay que ser ordenado. Hacer una lista, tenerlos siempre a la mano y revisarlos con frecuencia. Lo curioso es que no lo es. No importa que tan ordenado o desordenado seas para hacer tus propósitos del año, el porcentaje de éxito es similar para todos. Estudios estiman que alrededor de 50% de las personas adultas hacen propósitos de año nuevo. De esas, solo el 8% logra sus propósitos. Es decir, de cada 20 amigos tuyos, sólo 10 tendrán objetivos y de esos 10 amigos, menos de uno los van a cumplir. Ante estas estadísticas, y porque no decirlo, en base a mi experiencia de fracaso propia, me surge la pregunta ¿para qué hacemos propósitos?

De hecho, si vienen siguiendo la historia – y los números – la mitad de los adultos no los hacen, punto. Ni se molestan con la idea. Sólo los hacen alrededor de un 50%, estadística en la cual me cuento yo. Un 50% de adultos son muchas personas, por lo cual la pregunta sigue aplicando ¿Y para qué los propósitos? El año pasado me hice esta pregunta y como experimento decidí no hacer propósitos. Decidí dejar que la vida siguiera su curso sin tanta planeación. Para mi fue un gran cambio. Más que ordenado, soy casi obsesivo. Tengo una hoja de excel con mis objetivos, no solamente del año sino a un mes, tres meses, seis meses, dos años y más de tres años, así que dejar que todo siguiera su curso de forma espontánea fue algo nuevo. Para mi sorpresa, también fue algo que me enseño mucho. Aprendí a ser más relajado, disfrutar más del momento, vivir más en el presente, enfocarme en la realidad y no en las posibilidades, a hacer en lugar de planear y a adaptarme mejor a las circunstancias. Finalmente, al no tener tantas expectativas, siento que viví menos frustrado y con menos estrés.

Todos estos aprendizajes y beneficios suenan muy bien, y en el balance de las cosas fue una gran experiencia. Sin embargo, algo se perdió en el camino. Dejar tu vida en manos del destino nunca ha sido algo con lo que me sienta cómodo y ahora me doy cuenta porque. Los eventos simplemente suceden. Pasan en nuestras vidas y a nuestro alrededor constantemente y nos llevan hacia donde sea. Un evento en nuestra vida, cualquiera que sea, por más sencillo o trágico, no tiene ningún significado por si solo. No tiene ningún propósito. Un evento es un evento, nada más. Eres tú quien le da el propósito. Y sin propósitos no hay intención, sin intención no hay responsabilidad, sin responsabilidad no hay realización, y sin realización no hay plenitud. Esa es la gran perdida de una vida sin propósitos.

Hacer más ejercicio y comer más sano son los dos propósitos más comunes en el mundo occidental y también están en mi lista. Pero además de esos, están otros, personales y profesionales; propósitos que le dan significado a mi vida. Y si bien me quedo con algunos de los aprendizajes de una vida menos planeada, lo que buscamos, quienes somos y quienes queremos ser es demasiado importante para dejarlo al destino. Ser dueños absolutos de nuestras vidas es uno de los sentimientos más aterradores y a la vez más emocionantes. Y si bien las cosas rara vez salen como se planean, tú tienes el control de como interpretarlas y de adaptarte a las circunstancias con nuevos propósitos. La decisión es tuya. Todo empieza con un propósito.

Patricio Ramal/Nevermind

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