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Si de valor se trata…

Hace muchos años comprendí que la relación entre el valor y el precio de las cosas no solo está definido por la demanda de un producto o un servicio, sino que gran parte depende netamente de aspectos sociales, culturales e incluso sentimentales. Por lo tanto, la relación entre valor y precio de un producto o servicio pudieran responder netamente a la demanda o significado social y nostálgico que las personas les otorgan.

Siempre quise conocer un poco más sobre cómo las cosas adquieren valor en relación a su significado y al contexto. Para mí el valor depende además de circunstancias éticas y morales entre los individuos. Y es que cada uno de manera individual le otorga un reconocimiento específico a las cosas, las amistades, los productos o los servicios que ofrece.

Adolf Loos escribió hace más de cien años un famoso ensayo llamado Ornamento y Crimen, en él detallaba la irrelevancia del ornamento y lo posicionaba en relación directa con el concepto de crimen. Y es que gran parte de su referencia respondía a la situación contextual de la época después de la revolución industrial y la producción en serie, en donde incluso se llegó a considerar que cualquier forma de representación artesanal en los productos resultaba banal, una pérdida de tiempo y un desperdicio de material.

Loos se refería a un caso particular en el que pedía a un zapatero evitar la decoración en los mocasines, eliminar broches o cualquier otro elemento decorativo que se consideraba excesivo, por lo que le solicitaba sustituirlo por la pulcritud y simpleza de costuras, y venderlos por el mismo precio que los que solían estar ornamentados.  A lo que el zapatero respondió sería inútil, porque su valor no sería el mismo. La delicadeza, el tiempo, la manufactura, el arte implícito en cada zapato se vería afectado por el valor sentimental que como manifestación única y propuesta se agregaba a su producto. El significado de valor era más importante que el precio, porque para el zapatero consistía en la dedicación, la manufactura y el detalle, lo que para Loos significaba solo un retraso en la producción y una perdida de tiempo y material.

Esta idea es intrigante entonces, y es que no dejo de pensar en cada situación particular o cultural en la que los sentimientos se ven involucrados. La idea, por ejemplo, de lo material y el precio con respecto al valor que obtienen por nuestro otorgamiento individual: el coche, la bicicleta, un objeto, una pintura, o un teléfono celular, dependen entonces de nuestro entorno social y nuestra relación con los demás y el estatus, pero sobre todo el valor sentimental que le imprimimos a las cosas.

¿Podríamos decir que el valor pudiera quedar netamente supeditado a la conciencia sentimental humana, moral y ética, o la conciencia grupal y netamente social? En ambos sentidos, las definiciones son sumamente borrosas e inquietantes. ¿Cuál define a cuál?

La palabra valor es un concepto que a diferencia de pensarse solo en lo material, representa un significado netamente abstracto. Y es que si de valor hablamos, hay muchas derivaciones y significados que constantemente se mencionan en la mayoría de la literaturas educativas o de estrategias. Por todos lados escuchamos el concepto de valor, nos sometemos a usarlo y desde luego a trasmitirlo con cada proyecto que emprendemos.

Aunque mucho se habla de valor, me he encontrado con dos conjugaciones básicas simples e interesantes del concepto y que quiero compartir en este blog. Esto tiene que ver desde luego con aspectos simples y aplicados al trabajo freelance y no solamente de las empresas. Como profesionales independientes debemos considerar el uso y aplicación de los conceptos de valor como estrategia de posicionamiento de nuestro trabajo, productos y servicios que ofrecemos:

El primer concepto es el de propuesta de valor, que no solo es generar un valor añadido a un servicio o producto, sino una revisión fundamental de la diferenciación del mismo con respecto a lo existente.  Desde luego pensando en el producto o servicio como algo sostenible y óptimo para el grupo al que se dirige. La pregunta para un diseñador sería por ejemplo, ¿qué propuesta de valor me hace diferente de los demás diseñadores cuando un cliente solicita un producto o servicio de diseño? Desde luego no se trata solamente de ofrecerle más productos o servicios, sino de poder encontrar la diferenciación del producto y la calidad en el servicio o incluso en los procesos del diseño y trato con el cliente, desde la conceptualización hasta la implementación.

El otro concepto es el de valor compartido. Esta definición la acuñó Michael Porter y Mark Kramer, quienes la definen como una propuesta no solo de responsabilidad social, filantrópica o de sostenibilidad, sino una relación directa entre los individuos y empresas para otorgar un servicio o producto que responde a la sociedad en general, es decir, una propuesta de valor que define el concepto en base a un éxito económico para todos los involucrados. Por ejemplo, como arquitecto la pregunta sería ¿Cuál es el beneficio social, urbano y la relación con el contexto al momento de desarrollar un edificio? ¿Cómo se relaciona el proyecto con la ciudad, con el contexto social, el peatón y el espacio público? Y desde luego la respuesta implica comprender al cliente, su modelo de negocio; así como los vecinos, el ayuntamiento, y todos los involucrados directa o indirectamente en el proyecto.

El valor dentro de todos sus matices está determinado por la sociedad, y no podemos separar los aspectos netamente humanos y sentimentales; considerando desde luego, conceptos como ética y moral (dependiendo la cultura y sociedad) sin meternos a especificidades. Entonces los invito a analizar los conceptos de valor aquí mencionados y pensar que tanto los aplicamos dentro de nuestro actuar laboral y profesional, individual o colectivo.

Los términos de propuesta de valor y valor compartido pueden ayudar a definirnos como profesionales independientes exitosos cuando consideremos que en nuestra profesión, siendo freelance o no, dependemos de una conciencia social colectiva y una responsabilidad individual, con lo que determinamos y otorgamos valor a cada una de las actividades que realizamos, productos o servicios. El valor nostálgico o sentimental depende de la colectividad y de una responsabilidad compartida entre nosotros como individuos y la sociedad a la que nos debemos.

Luis Othón Villegas | NEVERMIND

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